jueves, 27 de mayo de 2010

Corresponde a las autoridades diseñar mecanismos que permitan salvar el patrimonio arquitectónico


Preservación del patrimonio arquitectónico tradicional

Corresponde a las autoridades diseñar mecanismos que permitan rescatar el patrimonio amenazado tras el terremoto, con el objetivo de proteger edificaciones que tienen un valor que la sociedad necesita resguardar si aspira a preservar su identidad histórica.



Uno de los daños más graves que dejó el terremoto del 27 de febrero pasado se produjo en la arquitectura rural de la zona central del país. Construcciones levantadas hace siglos sufrieron el embate del sismo, lo que provocó un severo perjuicio al patrimonio arquitectónico tradicional chileno. Ahora la sociedad debe decidir si desea contribuir a preservar al menos parte de este legado cultural e histórico, o dejar que quede sepultado para siempre en medio de los escombros. 
Desafiado por numerosos terremotos a lo largo de la historia nacional, el patrimonio arquitectónico tradicional quedó gravemente herido en esta oportunidad. Pueblos enteros en las regiones de O'Higgins, Maule y Biobío se vinieron, literalmente, al suelo. Casas patronales en distintos fundos y parcelas, así como iglesias y capillas rurales han sido derrumbadas o tienen severos daños, incluso estructurales. La destrucción en las edificaciones de muros de adobe, galerías, patios interiores y techos de teja chilena, muchas de las cuales ya subsistían en condiciones de precariedad por su antigua data y escasa mantención, es enorme y supone una pérdida de proporciones en las áreas campesinas de la zona central.  
Una parte importante de este legado se ha derrumbado y hoy es irrecuperable. Sin embargo, hay otra fracción también muy relevante que ha sufrido daños, en ocasiones muy serios, pero que aún sigue en pie. La tentación de derribar esas casas e iglesias es grande, pero debe ser resistida dentro de lo posible, pues es probable que esas edificaciones puedan ser rescatadas. 
Las demoliciones deben ser postergadas para que expertos realicen las evaluaciones correspondientes y determinen la viabilidad de las construcciones afectadas por el terremoto, sin perjuicio de las medidas de resguardo necesarias para evitar daños a terceros.
Debido a que muchas de estas edificaciones están en manos de propietarios privados que, además, han sufrido otros efectos del sismo en sus faenas productivas, es muy probable que éstos no tengan la capacidad en tiempo y dinero para enfrentar una reparación materialmente onerosa en recursos, y costosa en tiempo y dedicación. Por lo mismo, cabe al Estado promover y financiar una evaluación respecto de si vale la pena intentar la preservación de este patrimonio, así como proveer asesoría técnica para las obras urgentes que conserven las edificaciones hasta su reparación definitiva.
El patrimonio lesionado es parte de la identidad cultural del país. La construcción material afectada es reflejo de un estilo de vida forjado a través de siglos por personas que dieron forma a un estilo peculiar de arquitectura. Las austeras iglesias y capillas de la zona central son, por ejemplo, una síntesis entre la influencia jesuita y las necesidades del clima, la topografía y la población.
Al mismo tiempo, en las casas y parroquias de la zona central ha transcurrido buena parte de la historia de Chile, como también la vida privada y pública de generaciones de sus habitantes. Por todo ello, se trata de un patrimonio que se justifica rescatar.
Otros terremotos, como los que afectaron al valle del Limarí en 1997 y al Norte Grande en 2005, dañaron severamente el patrimonio arquitectónico de esas áreas. Mientras en el segundo caso la restauración ha sido lenta -pese a haber fondos especialmente destinados para el efecto-, en el primero se ha producido lentamente la rehabilitación de edificios muy afectados, algunos de los cuales en su momento se dieron por irrecuperables.
Corresponde a las autoridades diseñar mecanismos que permitan salvar el patrimonio arquitectónico amenazado tras el terremoto. Esto puede hacerse a través de la apertura de líneas de crédito, establecimiento de subsidios, exenciones o incentivos tributarios a empresas y propietarios, entre otras vías posibles, con el objetivo de rescatar de la destrucción a edificaciones que tienen un valor cultural que la sociedad necesita resguardar si aspira a preservar su identidad histórica.


Parroquia San Ignacio de Empedrado, Empedrado, Talca.

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